Peekskill, Manhattan, Portchester (New York), luego Perth Amboy (New Jersey) me recibieron para darles unos retiros dentro del marco de la Cuaresma. Cada día evidencio más el poder de la palabra. Mi predicación se está volviendo cada vez más narrativa. Aprendo de los cuenteros (como el mismo Jesús) para transmitir la buena noticia del amor de Dios.
Después viajé a San Diego, California, para dos retiros de jóvenes hispanos. Es una ciudad hermosa que en primavera se maquilla con flores. Creo que en ese fin de semana se arrojaron unas flores invisibles dentro de mucha gente. Le pedí a Dios que terminara de soltar algunos tornillos suyos que ya él los tenía flojos. Y así fue.