Hace cuatro años, el 11 de marzo del 2004, yo viajaba hacia España. Al llegar a Madrid encontré un ambiente de mucho dolor: atentados en los trenes que cobraron la vida de 190 personas. Poco después, fui a la estación de Atocha para orar. Allí, en medio de una escena desoladora, muchos dejaban mensajes de solidaridad, un joven lloraba a gritos, se colocaba flores… y deposité una grulla de origami (símbolo de la paz). Entre los mensajes, alguien había escrito el párrafo que inicia el salmo publicado más abajo.
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