Dios:
Estaba loco porque pensaba que eras un gigante, que tus pasos iban de montaña a montaña. Recuerdo que tu inmensidad me provocaba temor: tenías que ser inmensurable para divertirte con la tierra y las estrellas. Jugabas al billar con la Luna y el Sol. Estaba loco porque mi cabeza no abarcaba tu «cerebro». Eras lo inalcanzable y lo incansable, y yo, lo endeble y lo cansable. Recuerdo: lo que se escribía de ti en las páginas y en las piedras no era suficiente para envasarte en los límites de las palabras. Estaba loco: creía que eras un cíclope con un ojo avizor para verlo todo, incluyendo lo transparente, lo oscuro y lo extra-brillante. Tu mano arriba de mí, vigilándome… Recuerdos dinosaurios de épocas pretéritas…
No estaba loco porque te contemplé menor, liliputense, más que enano, pitufo. Recuerdo mi mudanza de percepción cuando te descubrí retirando el velo, y te vi en la simplicidad de una hoja sin pliegues y en la sencillez de unos trazos de niño. No estaba loco cuando te observé de mi estatura, estrenando, como yo, piernas para volar, y entrenando manos para dar. Recuerdo tu línea curva de oreja a oreja cuando de mis pupilas afloraban manantial de agua que salta hasta la vida eterna, extasiadas por tu brillo que cegaba y despertaba. Como menor que eres, hoy sé que nos extiendes tu invitación al club de párvulos. Sólo así he visto tu omnipotencia: en la impotencia de un mundo frágil, como una bola de billar hecha de cristal. Tu mano debajo de mí… sosteniéndome… No estaba loco… Creo que eras tú… el Loco.
Re-cuerdo: Volver a ser cuerdo en tu locura que todo lo cura.
Amén
se-los-unos-a-los-otros.
Estaba loco porque pensaba que eras un gigante, que tus pasos iban de montaña a montaña. Recuerdo que tu inmensidad me provocaba temor: tenías que ser inmensurable para divertirte con la tierra y las estrellas. Jugabas al billar con la Luna y el Sol. Estaba loco porque mi cabeza no abarcaba tu «cerebro». Eras lo inalcanzable y lo incansable, y yo, lo endeble y lo cansable. Recuerdo: lo que se escribía de ti en las páginas y en las piedras no era suficiente para envasarte en los límites de las palabras. Estaba loco: creía que eras un cíclope con un ojo avizor para verlo todo, incluyendo lo transparente, lo oscuro y lo extra-brillante. Tu mano arriba de mí, vigilándome… Recuerdos dinosaurios de épocas pretéritas…
No estaba loco porque te contemplé menor, liliputense, más que enano, pitufo. Recuerdo mi mudanza de percepción cuando te descubrí retirando el velo, y te vi en la simplicidad de una hoja sin pliegues y en la sencillez de unos trazos de niño. No estaba loco cuando te observé de mi estatura, estrenando, como yo, piernas para volar, y entrenando manos para dar. Recuerdo tu línea curva de oreja a oreja cuando de mis pupilas afloraban manantial de agua que salta hasta la vida eterna, extasiadas por tu brillo que cegaba y despertaba. Como menor que eres, hoy sé que nos extiendes tu invitación al club de párvulos. Sólo así he visto tu omnipotencia: en la impotencia de un mundo frágil, como una bola de billar hecha de cristal. Tu mano debajo de mí… sosteniéndome… No estaba loco… Creo que eras tú… el Loco.
Re-cuerdo: Volver a ser cuerdo en tu locura que todo lo cura.
Amén
se-los-unos-a-los-otros.